Entró la brisa en el cuarto y salté por la ventana.
Fui consciente entonces de que caía,
caía en picado.
Me tape la cara:
no quería ver a qué iba a quedar reducida.
Sentí el impacto:
el suelo mullido me recibió.
Cálido, tierno.
El miedo creció por mí como si tuviera garras (y me enjaulase).
Y entonces se me rompió la cara en mil pedazos.
Reconstrucción con aguja e hilo.
Pinchazo leve. Siesta de media hora.
Despertarse de resaca con la cara y el cuerpo cosidos a puntos.
El tatuador dormía.
La ciudad dormía.
Y yo, por no ser menos,
también me eché a dormir.
Fui consciente entonces de que caía,
caía en picado.
Me tape la cara:
no quería ver a qué iba a quedar reducida.
Sentí el impacto:
el suelo mullido me recibió.
Cálido, tierno.
El miedo creció por mí como si tuviera garras (y me enjaulase).
Y entonces se me rompió la cara en mil pedazos.
Reconstrucción con aguja e hilo.
Pinchazo leve. Siesta de media hora.
Despertarse de resaca con la cara y el cuerpo cosidos a puntos.
El tatuador dormía.
La ciudad dormía.
Y yo, por no ser menos,
también me eché a dormir.