Vida de locos
Podría escribir mi historia
Seguramente no sería la primera vez que la escriben.
Tengo la sensación de que muchas personas estuvieron antes que yo encerrados en esta cárcel.
Es curioso, estoy aquí no del todo en contra de mi voluntad. Quiero decir, Yo misma tengo la llave. Podría salir en cuanto me lo propusiera. Pero creedme, es como si hubiera un monstruo al otro lado esperándo para saltar sobre mí y comerme en cuanto salga.
Bueno, si tengo que ser sincera...nunca he visto tal monstruo...pero mi madre que está en la celda de al lado jura y perjura que ella lo ha visto. Lo ha visto de verdad. Incluso ha soñado con él.
Tengo miedo, esa es toda la verdad.
Pero cada vez que miro la llave en mis manos brillando en la oscuridad , los gritos que oigo al otro lado de la puerta disminuyen como si alguen les callara las bocas. A lo mejor es porque notan que quiero salir y se preparan para acechar...o no?
Una vez abrí la puerta y salí al pasillo. Allí había más luz, había más gente. No había monstruos. No era como lo hubiera pensado. De todos modos, sólo salí porque otro presidiario quería hacerse amigo mío. Lo pasamos realmente bien. Mi madre protestaba porque ya no hablábamos tanto. Al final me cansé de jugar con él. Un día me caí y me hice sangre. Al día siguiente me volví a caer y me volví a hacer más sangre. Así hasta que casi no podía doblar las rodillas sin hacerme sangre.
Él seguía corriendo ajeno a mi dolor. Lo dejé. Me volví a mi celda y cerré la puerta. No quería ni oir de nuevo de salir.
Al principio mi amigo se sintió molesto. No quería entenderme. Luego se buscó otros amigos. Ya no para entenderlos, sólo para jugar con ellos. Ya no se acuerda de mí. Yo sí me acuerdo de cuando jugábamos. Me acuerdo hasta cuando me caía. Luego ya no quiero acordarme más.
Nunca salimos de verdad. Me refiero a salir de la cárcel. Como mucho fuimos al patio. Y allí tampoco había monstruos. Él creía que fuera de la cárcel no había nada.
Absolutamente nada.
Hoy ya no puedo más con este pequeño y oscuro espacio. Necesito respirar. Ya me da igual el monstruo, los pasillos y la sangre. Quiero salir. Quiero desoir las advertencias de mi madre, correr por los pasillos y saltarme al monstruo de la última pantalla. Al más grande. Clavarle la llave en la frente y girarla hasta que me abra la puerta de la entrada a la calle.
Y una vez que esté ahí fuera, me daré la vuelta sólo una vez y será para sacarle la lengua a todos los que dicen que quieren salir.
Luego, tal vez, podría escribir mi historia y enviársela a todos por correo.
Seguramente no sería la primera vez que la escriben.
Tengo la sensación de que muchas personas estuvieron antes que yo encerrados en esta cárcel.
Es curioso, estoy aquí no del todo en contra de mi voluntad. Quiero decir, Yo misma tengo la llave. Podría salir en cuanto me lo propusiera. Pero creedme, es como si hubiera un monstruo al otro lado esperándo para saltar sobre mí y comerme en cuanto salga.
Bueno, si tengo que ser sincera...nunca he visto tal monstruo...pero mi madre que está en la celda de al lado jura y perjura que ella lo ha visto. Lo ha visto de verdad. Incluso ha soñado con él.
Tengo miedo, esa es toda la verdad.
Pero cada vez que miro la llave en mis manos brillando en la oscuridad , los gritos que oigo al otro lado de la puerta disminuyen como si alguen les callara las bocas. A lo mejor es porque notan que quiero salir y se preparan para acechar...o no?
Una vez abrí la puerta y salí al pasillo. Allí había más luz, había más gente. No había monstruos. No era como lo hubiera pensado. De todos modos, sólo salí porque otro presidiario quería hacerse amigo mío. Lo pasamos realmente bien. Mi madre protestaba porque ya no hablábamos tanto. Al final me cansé de jugar con él. Un día me caí y me hice sangre. Al día siguiente me volví a caer y me volví a hacer más sangre. Así hasta que casi no podía doblar las rodillas sin hacerme sangre.
Él seguía corriendo ajeno a mi dolor. Lo dejé. Me volví a mi celda y cerré la puerta. No quería ni oir de nuevo de salir.
Al principio mi amigo se sintió molesto. No quería entenderme. Luego se buscó otros amigos. Ya no para entenderlos, sólo para jugar con ellos. Ya no se acuerda de mí. Yo sí me acuerdo de cuando jugábamos. Me acuerdo hasta cuando me caía. Luego ya no quiero acordarme más.
Nunca salimos de verdad. Me refiero a salir de la cárcel. Como mucho fuimos al patio. Y allí tampoco había monstruos. Él creía que fuera de la cárcel no había nada.
Absolutamente nada.
Hoy ya no puedo más con este pequeño y oscuro espacio. Necesito respirar. Ya me da igual el monstruo, los pasillos y la sangre. Quiero salir. Quiero desoir las advertencias de mi madre, correr por los pasillos y saltarme al monstruo de la última pantalla. Al más grande. Clavarle la llave en la frente y girarla hasta que me abra la puerta de la entrada a la calle.
Y una vez que esté ahí fuera, me daré la vuelta sólo una vez y será para sacarle la lengua a todos los que dicen que quieren salir.
Luego, tal vez, podría escribir mi historia y enviársela a todos por correo.
Sé que no te va a hacer mucha gracia que lo escriba aquí, que lo sepa todo el mundo. Pero tú sabes que lo que piense el resto del mundo, no siempre, pero a veces, e intento que siempre, me da igual.
En todo caso, si lees el cuento. Que sepas que es tu regalo de cumpleaños.
1 Comments:
Afortunadamente lograste escapar, para alegría de todos nosotros. Quizás algún día me cuentes quién era ese presidiario.
Tus historias enganchan, nena.
MMMMUAAAACSS
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